Reflexiones desde mi espejo

Blog de Opinión

Manuel Gris

Conversaciones sin censura (ni respeto)

La escena va así:

En uno de esos descansos que leí en una web que debían hacerse en el trabajo (y que al juntarlos todos al final del año daban que te habías pasado cerca de dos semanas cagando, y que te pagaban por ello) me he encontrado con una señora de la limpieza con la que tengo muy buen rollo. Ella, como yo, estaba algo aburrida ese día, y hemos comenzado a hablar de algo interesante pero que no recuerdo (así que muy muy interesante no sería. Pero sí cercano). Entonces, de golpe, un chico que se dedica a recoger residuos biológicos (ya entraré otro día en los detalles del lugar donde trabajo), ha abierto la puerta que da a donde estábamos, la sala que da a los lavabos y a los ascensores, y ha dicho.

─¡Ei, cabrón!, ¿a cuánta gente has violado hoy?

─Pues ─ he contestado─ de momento solo a tu madre y a ella ─señalando a mi amiga, que simplemente se ha apoyado en su carro sabedora de lo que estaba a punto de pasar. Y que se ha reído a carcajadas.

─Es que mi madre está muy buena, tío, pero la que de verdad me pone es mi hermana de 3 años, que tiene un leve retraso mental. ¿Me conseguirías un poco más de Cloroformo?

─¿Ya te acabaste el otro?

─¡Claro!, estuve el otro día de fiesta por polígonos, y eso da mucho trabajo de secuestrar y matar después.

─Es que las cosas que valen la pena no hay que dejar de hacerlas.

─¡Ya te digo!

Después, a raíz de que un investigador de origen chino ha pasado por ahí, hemos empezado a hablar de porque los gitanos y los negros no abundan en los laboratorios, para acabar llegando a la conclusión de que se debe a que tienen mucha más libido que nosotros, y tamaño de miembros, pero que al haber nacido solo para delinquir es normal que eso de leer les cueste. Después él ha empezado a decir en voz alta, aprovechando que pasaban un par de compañeros que nos conocían, que a ver si salía de una puta vez del armario, a lo que le he contestado que lo haría el mismo día en que dejase de chupar la polla en los lavabos de minusválidos de la segunda planta, todo esto mientras el nuevo en escena, y desde luego la señora de la limpieza, nos miraban de reojo y se partían de risa mientras negaban con la cabeza.

Y después cada uno ha ido a lo suyo.

Toda esta escena, aparte de medio basada en hechos reales, es algo que por desgracia no abunda entre amigos (o al menos en los que veo que tienen los demás, porque con los míos sí). No está bien visto a ojos de los que se han dejado comer la cabeza con el “buenismo” generalizado, y a los que se les obliga a sentirse ofendidos o heridos cuando alguien, totalmente en broma y buscando solamente el humor más bizarro y gamberro al que se pueda llegar, dice esta ametralladora de burradas dejándose llevar por la locura más sana y necesaria que crea el hablar con un amigo de verdad.

Vamos, que la mayoría de vosotros deberíais soltaros más.

He llegado, tras años de investigación en bares, discotecas, verbenas de pueblo, fiestas patronales y cualquier sitio donde den cerveza en cantidades industriales, que todo el que tenga un humor del que de verdad vale la pena, en algún momento de su vida ha dicho una animalada de este tipo y el resto se han reído sin culpabilidad alguna. ¿Y por qué este tipo de comentarios brutalmente soeces y faltos de empatía por sus protagonistas hacen que se nos escape a todos los que no son de una moral “respetable y sana” una carcajada?, ¿qué hace que la gente de vez en cuando diga una animalada de este tipo sin sentirse culpable cuando está rodeado de amigos de verdad? ¿Estamos locos o somos los verdaderos cuerdos de esta función los que lo hacemos?

Para empezar creo que llamar cuerdo a alguien que hace chistes sobre que en su hospital, especializado en diabetes, tienen un almacén de piernas amputadas que por las noches se alquila a los que, como Tarantino, “sufren” de Podofilia (culpable) es demasiado valiente a la hora de usar los adjetivos. Pero si he de ser sincero, me fio más de alguien que hace chistes sobre negros efebos acostándose con mujeres con Síndrome de Down, o sobre violar gatitos recién nacidos tras envolverlos en celo, que toda esa secta de señaladores de los incorrecto, de protectores de la moral más antigua y censuradora, que parecen que quieren que volvamos a la peor dictadura de lo peor de nuestro pasado (y que, para más inri, pertenecen a una ideología totalmente opuesta al mundo que parecen ansiar).

También está lo que una amiga, tras sacar este tema un día, sí, en un bar, me preguntó: “¿Quién te dice a ti que al decir este tipo de cosas, al no guardarlas dentro, nos estamos purgando de ellas y nos ayuda a no tener ese tipo de fantasías que corroen por dentro a los asesinos, violadores, y toda esa escoria que es capaz de hacer esto en la vida real?”. Para empezar, no creo que debamos aceptar esta teoría tan a la ligera, porque muchos de los monstruos que hay por ahí sueltos sí dicen estás cosas primero, pero para buscar una afirmación que, a la larga, les lleva a hacerlo realidad (pero estos serían de esa minoría que al hacerles un examen psicológico darían positivo en alguna enfermedad mental), pero sí creo que la represión que la sociedad nos obliga a adoptar como buena para el conjunto, esa que nos dice qué decir, qué no, a dónde ir, a quién dirigirnos y cómo no hacerlo, está creando toda una generación de personas faltas de libertad, de robots idénticos, que no saben lo que es pensar por sí mismos o hacer bromas a alguien (y ya no hablemos de aceptarlas), y que poco a poco están dejando crecer una pelota dentro de ellos, una a veces demasiado flexible, que, algún día, explotará y ya no habrá vuelta atrás.

Porque no hay peor enemigo que ese puto ángel del hombro derecho que nos prohíbe hacer cualquier cosa que al demonio de la izquierda se le ocurre mientras nos frota el rabo en la oreja. Cualquiera de los dos me vale.

Así que, por favor, podéis acercaros a mí y decirme la burrada más gorda que se os ocurra, y da igual si incluye a mi familia, a mi mujer, a mis amigos o a mis ídolos, no importa que os riais de mi físico o de mis ideales (que los tengo), porque si aquello que lo está empujando a existir es echarse una risas traviesas, y no tienen detrás el hacer daño, seré el primero que se ría y os conteste algo, espero, mucho peor.

Porque hacen falta más gente como el “mongolo” que me ha preguntado a cuánta gente he violado hoy. Hace falta más gente que sepa separar la broma, la ficción, de la realidad, y quizá así, de una vez por todas, podamos empezar a vivir en paz los unos con los otros.

Así que, ¿qué me dices? ¿Cuánto Cloroformo quieres hoy?