Reflexiones desde mi espejo

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Manuel Gris

Blog Manu Gris: “El mundo como muro de contención”

El mundo como muro de contención

Y entonces por la ventana de mi habitación entran los primeros rayos de sol, esos que nadie quiere ver a no ser que estés volviendo a casa tras una larga noche de fiesta, o te pillen desnudo en la cama después de haber estado teniendo sexo salvaje y sin límites con alguien cuyos apellidos desconoces. Entonces los miras, entornas los ojos, estudias el reloj y te dices: ¿por qué no empezamos el día con fuerza, con ganas de comerse el mundo, sin miedo a lo que pueda pasar ni a quién puedas conocer?

Y te respondes; vale, lo haré.

Hay personas a las que enfrentarse con el mundo les encantaría que fuera así de sencillo, así de exento de dudas y de muros de cristal colocados ahí sin pensar mucho en quién va a chocar contra él, y yo, como alguien que jamás ha tenido ese problema y que muy pocas veces han conseguido amargarme el día (normalmente si eso ocurre el único culpable soy yo y mis gilipolleces), siento una necesidad vital a conseguir que el mayor número de gente deje de sufrir por cosas que, desde mi prisma, tiene fácil solución, porque si lo piensas fríamente esas inquietudes y barreras solo están ahí porque le damos demasiada importancia a lo que nos rodea y nos juzga a cada segundo.

Primera regla: si algo te juzga sistemáticamente y sin filtro, sonríele y sigue tu camino. Eres mejor que él, que lo que representa; que toda la mierda que le da la razón por moda o incultura.

Conozco a muchas personas, la mayoría con una energía interior muy brillante e imparable, que tienen una malsana afición a pensar demasiado en prácticamente cualquier problema o le dan demasiadas vueltas a la primera duda que se les ponga delante. Las quiero mucho, lo daría todo por ellas, pero a veces me entran ganas de agarrarlas, darles dos bofetadas y decirles: eres increíble, única, especial, y si la gente no se ha dado cuenta aún y se empeña en molestarte, pasa de ellos. Ignóralos, y sigue solamente tus instintos más bajos y primarios, esos que nos suelen llevar, siempre, a lugares inesperados y que tienen las mejores aventuras.

Primera regla: si algo te juzga sistemáticamente y sin filtro, sonríele y sigue tu camino. Eres mejor que él, que lo que representa; que toda la mierda que le da la razón por moda o incultura.

¿Es fácil de decir esto?, claro, pero aún lo es más cuando eres consecuente con lo que dices, con lo que opinas, y practicas religiosamente tus palabras cada segundo que respiras y te enfrentas al mundo, porque podré ser un puto loco, un descentrado patológico o una persona que dice, a veces, cosas sin pensar en si pueden ofender o molestar, pero muy pocas veces me he arrepentido por nada, pero sé, en el momento en que es necesario, pedir perdón aceptar mi culpa, y seguir adelante. Porque solo hay algo peor que una persona que no se atreve a ser ella misma, que tiene miedo a aceptar lo que siente o necesita, y son aquellos que aparentan tenerlo todo bajo control, y que se han construido un personaje ficticio y mezclando diferentes personalidades (la mayoría de las veces incompatibles con la lógica o la inteligencia humana pero, ¡oye!, la gente que se lo traga con patatas es porque suele ser igual de falsa y patética que los primeros) porque quieren que todos les amen y les aplaudan, que no quede una sola persona en todas las habitaciones en las que entran que no piense algo positivo de ellas y las (cuidado aquí porque esto sí que es tóxico) las envidien.

Segunda regla: mantente alejado de los falsos ídolos o profetas (ha quedado muy bíblico esto…), porque suelen ser las personas más venenosas y que, sin duda, van a hacer que antes caigas en el pozo del sufrimiento y la soledad. Y encima creerás que es culpa tuya.

Hay muchas formas de abrazar a la felicidad, pero la que nunca tiene salida es la que conlleva cazarla, atarla, y llevarla a rastras por cada puto centímetro de tu vida, porque esta sensación es muy frágil y, con toda seguridad si te dedicas a hacer esto, acabarás arrastrando un cadáver, exhibiéndolo con  orgullo mientras la peste del mismo impregna cada nueva relación, amistad, o cosa que toques o tenga la suerte de cruzarse en tu camino lleno de pétalos de rosa y sonrisas de papel pinocho. Seguramente nadie se dará cuenta, porque los cazadores de falsa felicidad suelen ser personas muy hábiles y con una labia muy potente a oídos de los anormales que suelen tomarlos por gente de bien, pero ahí está el tiempo que, poco a poco, colocará a cada uno de nosotros en nuestro sitio. Y sé que no estaré en el mismo que todos ellos.

El sol ya está algo más arriba, pero el silencio ha querido hacer acto de presencia (supongo que se ha aburrido toda la noche y el sonido de mis teclas son una droga demasiado fuerte; o al menos mejor que la de los grillos), y me gusta porque me hace sentir solo, abandonado, y la mejor forma de conocerse a uno mismo es estando en estos momentos en los que puedes oírte hablar y te escuchas sin miedo a las miradas que juzgan todo lo que se pone en su camino, porque cuando se miran a sí mismas no encuentran nada que le atraigan mucho; y además saben que no les va a gustar el paisaje.

Tercera regla: no te preocupes por las miradas y palabras que vienen de ojos sin vida y llenos de lágrimas que no se atreven a salir al exterior; solo piensa en todo el amor y sueños y sonrisas que tienes en tu corazón, donde ya han colocado incluso los muebles, y déjales salir. De otro modo es imposible ser feliz de verdad y, por desgracia y siendo conscientes, casi nadie se atreve a hacerlo.

¿Te atreverás tú?