Reflexiones desde mi espejo

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Manuel Gris

Blog de Tendencias de Manuel Gris: ‘Cuando nos matamos’

Cuando nos matamos

Vivimos en un presente lleno de dolor y de sufrimiento, devorado por una sociedad violenta y llena de gentuza que antepone su libre albedrío a la convivencia en paz; pero lo peor de todo no es eso. Lo que de verdad hace que me de asco sentirme parte de esta locura es que en lugar de buscar soluciones viables, de esas que de verdad ayudan a que no vuelvan a pasar las atrocidades que, según las noticias, no dejan de rodearnos, nos dedicamos a señalar culpables fuera del propio crimen y de la escena en cuestión que nos atañe: ¿se me entiende?

Por poner un ejemplo, y darme a entender antes de seguir, cogeré el titular de un periódico de hace muy poco, en el que leí “Otra mujer asesinada por un hombre”, en el que no hay que ser un lince para ver lo que busca esta publicación a la hora de usar términos tan generales a la hora de informar sobre este lamentable hecho. Porque lo que señala de un modo injusto (y porque no se podía poner la letra en negrita ni subrayada) es que un hombre es el asesino: no el novio, o un loco, un imbécil, un desequilibrado o un capullo que ojala se pudra en la cárcel para siempre, no: un hombre. Y como bien señalaban en la red social donde leí este titular, “cuándo alguien generalice sobre si el malo es un negro, un blanco, un judío o una mujer, que nadie se queje porque es exactamente lo que hacen aquí: generalizar”. Y es verdad. Porque en lugar de buscar simplemente entristecernos, buscar motivos o crear debate sobre cuál sería la mejor forma de solucionar este tipo de situaciones, se señala bien clarito que el malo es el HOMBRE y, bueno, saca tus conclusiones, lector. Y esto es solo un ejemplo, porque podría haber puesto el de la madrastra que mató este verano a aquel pobre niño, a la que por ser negra poco más que criminalizaron a toda una raza por la salvajada y la sangre fría de esta mujer.

Si nosotros mismos no somos capaces de ver solamente a una mala persona, a un desequilibrado, y nos limitamos a tachar todo un sector de la civilización, o lo que es peor, tratar de que la mentalidad colectiva se convenza en pensar que en cuanto a este grupo se le encierre y se le amordace, se le ate y se le impida vivir, acabará el problema y todos volveremos a vivir en paz, lo siento, pero estamos apagando un fuego echándole leña empapada en gasolina. Porque no hay que verlo todo a través de una ventana, sino de una pequeña mirilla, y tratar de comprender qué está pasando y cómo solucionarlo.

Soluciones

¿Y tú como lo solucionarías?, es lo que estarás pensando. Pues tengo algunas ideas, que seguramente no gustarán a los que están convencidos de que tienen la razón absoluta y que los malos están bien señalados y a punto de meter en una granja, pero que seguramente serán más efectivas (o al menos cambiará en algo a nuestro país) y darán mejor resultado que todo este ruido mediático que bebe de panfletos subvencionados y que en nada, absolutamente en nada, ayudan de verdad ya no a las víctimas, sino a solucionar al problema desde la raíz.

En primer lugar, así por empezar por el tejado, cambiar unas leyes y una forma de castigar al malo que, en realidad, solo les da vía libre para seguir actuando sin miedo porque, al final, NADA les pasa ni les pasará. Hay que luchar porque empiecen a existir verdaderos castigos, de esos que no solo les quite el miedo, sino que también obligue a los familiares de esos monstruos a empezar a educar de verdad a sus crías, esas que, una de dos; están empachadas de caprichos; o faltos de atención, y que sobreviven a base de hostias o de cojines rellenos de plumas, y acaban creyendo, por extraño que puedo parecer, que son, cada uno a su manera, los reyes del mundo. Unos reyes a los que nadie puede parar. Por eso hacen falta castigos ejemplares para todos; robes 100 ó 100.000.000; golpees o amenaces; times o ayudes a timar; o para los que mienten para joder al prójimo. Hay que reestructurar el verdadero problema de esta mierda de sociedad, y que no es otra que la impunidad y la falta de castigo a los que de verdad se lo merecen.

¿Después?, pues cuando esto esté bien escrito, cuando no haya nadie que al hacer algo malo no tenga su merecido, tendríamos que empezar a mentalizarnos a ver al otro no como un enemigo o un rival, sino como una extensión de nosotros mismos, porque: ¿te gustaría que te hicieran lo que vas a hacer tú?, ¿o que se lo hicieran a tu madre, padre, hermano, hija, hijo, mujer o esposo? ¿De verdad crees que dando ese paso vas a solucionar algo o te vas a sentir mejor?, porque no os dejéis engañar, esto no va de machismo, de celos o de amoríos, no va de que alguien se crea superior a nadie, va de personas (que, ojalá no sea así, podrían cruzarse en tu camino) que en lugar de vivir de una forma normal, correcta, sin tener a los demás como enemigos, se empeñan en destruir lo que ellos creen que les está impidiendo ser felices. ¿Y cómo llega a alguien a ese estado de demencia y locura?, hay quién culpa a los padres, otros a la juventud que les tocó vivir, o a que incluso han nacido tarados (puede ser una mezcla de las tres cosas, incluso), pero si algo he aprendido de todos los libros que he leído sobre el tema es que los que matan, o hacen daño, por diversión, da igual lo que hagas o quien seas cuando te cruces con ellos: si les sale de los huevos o apetece, te la vas a cargar sin importar si eres hombre, mujer, gay o niño. Y eso, lo siento, no es machismo ni se soluciona manifestándose o dando gritos atacando a los demás, porque la realidad es algo mucho peor contra lo que no queréis luchar, ni siquiera comprender, porque sabéis que es mucho más complejo y conlleva un trabajo detrás para el que hace falta mucho, muchísimo, esfuerzo. Un esfuerzo que no estáis “dispuestos” a asumir.

¿Y cómo empezamos?, pues no haciendo como yo, y todos los de mi vagón del tren, hace un mes, que nos quedamos quietos cuando un chico le pegó un guantazo a su novia delante de todos. O no aguantando por educación, o tontería, a nadie que te de un mínimo de mal rollo, como hace unas semanas, que una chica le seguía el rollo a un borracho y sus dos amigos, que estaban borrachos y fumando en el andén del metro. O andándote con ojo por la calle, y me da igual tu género o inclinación sexual, porque al que agarraron una vez del cuello, lo tumbaron de un empujón, y le dieron de patadas entre cinco (dos de ellas chicas) antes de robarle, fue a mí: un tío de metro ochenta y dos, greñudo, con barba, y 95 kilos.

No podemos ir confiados por la calle, o creer que podemos hacer lo que queramos cuando queramos solo porque nos meten en la cabeza que eso es ser libre, y mira que me jode decirlo porque soy de los que antepone su libertad al resto de cosas, pero visto como está el patio y todas las muertes y desgracias que hay en el mundo, es casi el mejor consejo que puedo daros: no os confiéis. Vivid tranquilos y felices, pasándolo en grande con vuestros amigos e id a vuestra bola, pero no le deis la espalda ni a vuestra puta sombra, ni confiéis en nadie que acabéis de conocer o que os haga un mínimo de gracia, porque ya no estamos en los noventa ni principios del 2000: vivimos en un siglo XXI lleno de gente que se cree intocable, y hasta que no se solucionen las cosas de raíz, de la de verdad, lo único que podemos hacer es intentar sobrevivir.

Eso o, también, ponernos a su altura y luchar de verdad, como ellos.

¿Estarías dispuesto, o mejor seguimos culpando a quién no es?