Reflexiones desde mi espejo

Blog de Opinión

Manuel Gris

Blog de Manu Gris, ‘Porculeros por defecto’

Porculeros por defecto

Hace poco, en uno de mis viajes nocturnos subterráneos de camino a casa, me volví a topar con esa subespecie que se dedica a dar por culo a todo el que se cruza en su camino, que no sigue las reglas de convivencia y cree que los andenes, vagones, asientos y, en definitiva, el aire que comparte con el resto del mundo, es de su completa posesión. Y punto. Estos abortos con piernas, que además de fumar en cualquier sitios, hablar/incordiar a las mujeres cual cavernícolas, vacilar a los dueños de los perros a los que acarician sin preguntar y los aceleran a base de caricias agresivas, o ensuciar todo lo que se pone a su paso, invierten su tiempo en la Tierra en hacer que los demás acabemos tan hartos de sus mierdas que, directamente, optamos por no decirles nada debido al aburrimiento, o ese “miedo” a que se pongan agresivos, y poco a poco les cedemos el espacio, nuestro espacio, por tranquilidad y pocas ganas de inmiscuirnos en toda su escoria.

Poco a poco, haciéndose los tontos, nos van comiendo terreno, amigos.

Y esto no es un artículo de abuelo cebolleta, de quejica insufrible que cree que los transportes públicos deberían ser un lugar silencioso (soy el primero que si va con amigos rajamos sin parar sin importar quienes nos rodean), ésta introducción busca que empecemos a ver la sociedad en la que vivimos del modo en que debe hacerse, con la mente clara y sabiendo que puede que hoy me esté quejando de ti, pero en algún momento lo vas a hacer de mí y, lo siento, pero si no me ofreces respeto, por mi parte tampoco lo tendrás.

Así que tengo claro: en algún momento te van a joder vivo y yo, a carcajadas, estaré detrás sin una manta con la que arroparte y darte ánimos.

Pero no solo serán ellos los que algún día se toparan con lo que han sembrado, es que nosotros, los que los sufrimos, no somos ni la mitad de valientes o inteligentes llegado el momento de tenerles delante en todo su puto esplendor. Tomemos como ejemplo a los parásitos que he comentado al principio de este texto, esos que me hicieron querer escribir sobre esto. Los tres, cuya raza no creo que sea relevante, se acercaron a una chica que estaba tranquilamente mirando su móvil. El hecho de acercarse no es malo (yo, en alguna ocasión, hablo con desconocidos por diferentes motivos), pero la actitud, miradas que se regalaban y, claro, los tocamientos en hombros o espalda que le dirigían a la chica, ya daban qué pensar lo que tenían en mente. ¿Y la chica?, ¿y los que compartían banco con ella?, ¿y yo mismo?, pues, obvio: no hicimos nada. ¿Qué esperabais?, ¿un héroe que les dijera a esos tres que la estaban molestando?, para empezar, y lo siento, ella misma debería haberles dicho que la dejasen en paz, y no darles conversación y reírles las gracias de una forma tan amigable, ¿no?, es decir, ¿no nos están dejando tan claro últimamente que ellas deben decir sí o no y entonces nosotros obedecer?, ¿por qué en ese caso no uso todo el poder que las instituciones y la misma sociedad le ha servido en bandeja? Una chica claro que puede hablar con quién quiera y tontear con quién le dé la gana, joder, somos libres ¿no?, pero si hay una actitud tan clara, tan arriesgada, tan que se nota que te van a rodear como no hagas algo, lo primero sería tomar todos los preciosos eslóganes que nos han metido con calzador y usarlos en casos que de verdad pasa algo fuera de lugar o que va a llevar a una situación que nadie quiere. Pero no, claro, eso en el mundo real no pasa, nadie va por ahí diciendo que no al primero que te viene de cara del modo que sea; seguramente porque no somos gilipollas y esas cosas. Pero el caso es que le permitimos a esta gente, que se cree que todo es suyo, hacer lo que quieran, comportarse como animales y molestar a quien les venga en gana porque tienen de su lado el miedo que los seres civilizados tenemos a que algún capullo nos responda al aviso jodiéndonos la vida, mediante un empujón que nos lleve a un bordillo o una paliza.

Digamos, resumiendo, que nos queremos más a nosotros mismo que a los demás, ¿vale?

¿Entonces cómo vamos a acabar con estas actitudes tan faltas del mínimo de civilización que se le pide a un ser racional? Es una buena pregunta para la cual no tengo respuesta, y es así porque no creo que siquiera pueda solucionarse el problema tal y como estamos últimamente, porque tratar que alguien cambie su actitud, que una persona a la que le partirías la boca con un remo antes de tan siquiera decirle holadeje de ser como es, además de estar muy unido al fascismo y al “haz lo que yo te diga, porque sí” más rancio, es algo que no va a llegar a ningún buen puerto. No es posible, y mira que me jode.

Así que, ¡joder!, al final sí que me ha salido un artículo de abuelo cebolleta, sí que solamente me he quejado sobre algo sin dar ninguna solución, pero, creo y lo siento, que cuando algo ha llegado a un punto de no retorno por el aburrimiento general y la apatía por todo lo que nos rodea, lo único que podemos hacer los culpables es cruzarnos de brazos, aceptar la mierda que nos salpica, y tratar que la estupidez no vaya más allá de nosotros.

Y ahora, si me lo permitís, me voy a poner los auriculares a toda hostia porque unas putas chonis están cantando canciones de Maluma a grito pelado mientras insultan a los que las rodean.

Maldito mundo…