Bailar en la cueva

Bailar en la cueva

 “En un partido hay momentos en que la pelota golpea con el borde de la red, y durante una fracción de segundo puede seguir hacia delante o hacía detrás. Con un poco de suerte, sigue hacía delante y ganas, o no lo hace y pierdes.” Match Point, 2005

En ese mismo año en el que se estrenó la última obra maestra de Woody Allen, el uruguayo Jorge Drexler estaba nominado al Oscar a la mejor canción por Al otro lado del río, que formó parte de la banda sonora de la película Diarios de Motocicleta, dirigida por Walter Salles. La polémica en torno a la canción se cocinó días antes de la ceremonia, cuando los organizadores de la misma negaron al propio autor interpretarla, ya que consideraron que no era una figura destacada. Que en su lugar, y para darle más enjundia a la canción, lo propio sería que fuese interpretada por un artista más consagrado en el panorama americano.

El elegido para tal hazaña fue Antonio Banderas, que salió al escenario con Carlos Santana a la guitarra ejerciendo de guardaespaldas. Antonio interpretó la canción de manera torpe. Parecía que el clímax creado en torno a la misma hiciera que esa canción no estuviese predestinada a lucir de la manera que se merecía. Como ya comenté antes, la polémica ya venía servida de antes. Muchos pensaron que Drexler estaría tremendamente enfadado con Antonio, pero Jorge siempre manifestó que su enfado no fue con Antonio, que no fue más que un simple daño colateral, sino con la organización del evento por no dejar que él como autor de la canción pudiera cantar la misma a su antojo.

Cuando Prince nombró a los nominados al premio y abrió el sobre, se obró el milagro. “Jorge Drexler”, dijo The Purple One en un semi- castellano. Jorge se levantó rápido, besó a la que por aquel entonces era su mujer, Ana Laan, llegó al escenario y besó la mano de Prince como el que besa la suya propia. Aquí vienen los 22 segundos más mágicos de la historia de los Oscars: Drexler se aclaró la voz, miró al público, y empezó con los agradecimientos: “Clavo mi remo en el agua / Llevo tu remo en el mío / Creo que he visto una luz al otro lado del río. / El día le irá pudiendo / Poco a poco al frío / Creo que he visto una luz al otro lado del río”. Antonio se santiguó, el público se levantó, aplaudió, y se hizo la tan ansiada justicia poética que Jorge y todos los artistas no reconocidos se merecían.

Pues bien. Yo, cuando pienso que la vida me debe al menos que una sola pelota caiga de mi lado, me acuerdo rápidamente de Jorge. Porque, bien por suerte o bien por justicia, sé que al igual que a Jorge, alguna vez me tocará cantar a mí mi propia canción.

 

@pgvillalibre

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